26 agosto 2007

CRÓNICA DE LOS ÚLTIMOS DÍAS (V): LA CRÓNICA

CRÓNICA DE LOS ÚLTIMOS DÍAS (I): LAS LISTAS
CRÓNICA DE LOS ÚLTIMOS DÍAS (II): UNA CIUDAD FANTASMAL
CRÓNICA DE LOS ÚLTIMOS DÍAS (III): CONCENTRADOS
CRÓNICA DE LOS ÚLTIMOS DÍAS: ESPERA DESESPERADA

En unos minutos, el muelle se ha convertido en un inmenso guirigay de gritos, discusiones y polémicas. Dejándose llevar por los nervios, la gente habla más que escucha y prefiere chillar a razonar serenamente.
Pero la reacción de las masas es a veces tan pueril como imprevisible. Bastan dos preguntas para que cambie radicalmente el clima:
-¿Está alguien seguro de que ese buque era el que debía recogernos? ¿Quién nos dice que no se trate de un buque de guerra fascista?
No lo dice nadie, porque muchos empiezan a pensarlo de pronto. Quizá la respuesta no ofrecería dudas para un marinero o pescador acostumbrado al mar, pero la inmensa mayoría de lo que llenan el puerto son gente de tierra adentro, que fácilmente puede confundir en la oscuridad la silueta de un mercante con la de un cañonero o destructor.
-Yo creo que era el “Canarias”-dice uno.
-Seguro que sí. No podía ser otro.
Es algo disparatado pero la mayoría lo acepta porque necesita aceptarlo. La presencia de un crucero enemigo en las cercanías del puerto habría sembrado el temor y la alarma unas horas antes; ahora se trueca en un signo esperanzador.
En efecto que el “Canarias” merodee por esta agua puede significar que no estemos totalmente abandonados, que ya en las cercanías buques de evacuación que entrarán tan pronto como se aleje el barco enemigo de la bocana del puerto.
A las dos de la mañana circula una buena noticia: Los miembros de la Junta acaban de hablar con los integrantes de la Comisión Internacional de Evacuación, reunido en el Consulado francés.
Aunque no confirmen de una manera terminante lo del “Canarias”, lo hacen de una manera indirecta, al informar que un crucero y varios destructores franceses se dirigen a Alicante para que los barcos que han de recogernos no tropiecen con el menor obstáculo ni a la entrada ni a la salida del puerto.
El optimismo general sube de golpe varios enteros, hasta borrar por completo la sensación desoladora de poco antes. Sirviendo de base a alas mejores esperanzas, a las tres nos dicen que antes de una hora llegará un barco. Cada uno de los integrantes de la Junta lo confirma poco después hablando con sus respectivos correligionarios.
-Parece que ahora va de veras –dicen-. Lo fundamental es que todos conserven la serenidad.
Transcurre la hora, que para quienes llevamos muchas esperando tienen la duración de un siglo. En tres o cuatro ocasiones distinguimos luces en el mar y todos aguardamos con impaciencia que se acerquen al puerto, pero en todas pasan de largo.
La gente empieza a desesperarse.
-Es el tormento de la esperanza- dice Aselo Plaza a mi lado- el más refinado que inventó la inquisición.
Mentalmente le doy la razón. Esta espera interminable, esta constante oscilación entre la ilusión la desesperanza acaba con los nervios de cualquiera. Al final, pasadas las cuatro y media de la madrugada, lo que continúan de pie en lo alto del muro del rompeolas anuncian a gritos la llegada de uno de los buques.
-Viene en línea recta hacia la bocana y no está a más de doscientos metros.
Pese a las decepciones anteriores, todos abrimos de nuevo nuestro pecho a la esperanza. No puedo subir al muro porque hay allí demasiada gente ya. Pero escucho las voces de los que están y van siguiendo la aproximación del mercante. Consigo trepara a lo alto de unos de los montones de sacos y mantenerme allí el tiempo justo para ver las luces de un buque cerca de la bocana. Todo el mundo grita alegre y contento. Pero cinco minutos después se repite lo sucedido con el barco anterior. Este llega mucho mas cera, pero en lugar de entrar, vira en redondo y se aleja, en medio de la consternación general..
-¡Sería preferible que nos matasen a todos de una vez!...
El frió del amanecer se nos mete en los huesos. El nuevo día no nos trae ninguna nueva esperanza, sino la muerte de las pocas que aún acariciábamos. La resistencia humana tiene un límite, y la de muchos ha sido superada. Un individuo, enloquecido, trepa a lo alto de una farola y grita con voz potente el más desolador de los mensajes:
-¡Nos matarán a todos, camaradas!... De aquí no saldremos más que muertos... Estamos cogidos en una trampa que...
Está loco, indudablemente.
Pero de continuar veinticuatro horas más la misma situación ¿cuántos de nosotros continuaremos cuerdos?
----continuará-----
INFO: "El Año de la Victoria". Editorial Gregorio del Toro. 1974
FOTOS:
Memoria Republicana

 
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