13 agosto 2007

DE CÓMO TIRAMOS A LOS MORISCOS DE NUESTRA (SUYA) TIERRA

22 de Septiembre de 1609.
Un bando dictado por el virrey de Valencia, Luis Carrillo de Toledo, ordena que en un plazo de tres días todos los moriscos del Reyno (sí, con "y" griega) se dirijan a los lugares dispuestos para su embarque.
Es decir, bonitas palabras aparte, los acaba de expulsar de la tierra donde han vivido más de 900 años.
Ocho días después, tras los trámites burocráticos pertinentes, parte desde el puerto de Denia (foto 1) el primer embarque de moriscos hacia tierras africanas.
No se les permite sacar de sus casas más que los bienes que pueden llevar sobre sus cuerpos y se autoriza a cualquiera que encuentre a un morisco desbandado fuera de su lugar pasados los tres días del edicto, para poder apoderarse de lo que lleva, prenderle y darle muerte si se resiste.
Aquí dejan sus casas, pertenencias, cultura, tradiciones y enseñanzas.
Todo un milenio de prosperidad, avance, cordialidad y mestizaje tirados por el retrete de la incomprensión.
Fue un éxodo humano sin precedentes en la historia de España.Debemos tener en cuenta que a comienzos del siglo XVI, un tercio de los habitantes del Reino de Valencia (unas 170.000 personas, cabeza arriba, cabeza abajo) eran moriscos.
Pocos fueron los que se marcharon en el primer intento, cuando Carlos I (mediante bula) se pasaba por el forro la promesa de su abuelo, Fernando el Católico, en que se comprometía a respetar el pluralismo cultural y religioso.
Ya sabemos cómo ha sido siempre la política.
"Lo prometido.... hasta haber metido"

Hicieron los mudéjares alicantinos, entonces, lo que todos hubiéramos hecho: se convirtieron a regañadientes a una religión que les era extraña, despiadada y cruel.
Sin embargo, en círculos privados continuaron con las prácticas de sus creencias verdaderas, vistiendo a la antigua usanza y hablando su lengua (aquí llamada "algarabía").
Oraban, leían el Corán y se alimentaban como mandaban sus cánones.
El Duque de Lerma, válido del rey, ya había sentenciado en 1608 el futuro de los moriscos. Este fue su pretexto, tal y como lo recojen las crónicas: "para que todos los reynos de España queden tan puros y limpios desta gente como conviene"
¿Os suena a algo?
La cuestión es que desde la misma bocana del Puerto de Alicante fueron deportados 45800 moriscos (que se sepa oficialmente) hacia las costas norteafricanas.
Multipliquémoslos por 2, 3 o 4 si añadimos los que salieron desde Denia, Jávea, Santa Pola, Torrevieja...
Mediante un cuadro, Francisco Peralta retrató un documento gráfico de primera magnitud. Ahí estaba Alicante, en los comienzos del siglo XVII. Así, la imponente alcazaba musulmana que coronaba el monte Benacantill, presentaba 5 impresionantes torres cuadrangulares que hacían de corona a la "cara del moro". Muy cerca de la puerta de la ciudad, en uno de los paños de la muralla, podía observarse la inquietante imágen de un patíbulo, con una cruz en la parte superior.
Sin duda, el reo morisco debía irse al más allá con la tranquilidad de saber que iba a ser bien recibido por nuestro Señor Padre.
Francisco Peralta recibió la cantidad de 866 reales castellanos.
Para la época de la que hablamos, no estaba nada mal.
Por desgracia, la expulsión de toda esta mano de obra cualificada le salió muy cara a la Huerta Alicantina, que nunca se recuperó del todo.
Pero como siempre, hubo un favorecido: el gran terrateniente.
Curiosamente, los que más se habían opuesto a la expulsión.
Ironías de la vida.
Menos mal que nuestro rey estuvo presente en aquel momento económico tan difícil. Felipe III dijo: "podeys estar cierto que me desvelaré en procurar el reparto del daño que desta expulsión se os sigue por todas las vías que pudiere, como lo vereys por las obras"
Y las obras vinieron.
¡Claro que vinieron!
INFO: Emilio Soler

FOTO 1: Expulsión de los moriscos desde el Puerto de Denia

 
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