24 abril 2007

JOSE JORNET NAVARRO: UN LUCHADOR NATO

A veces, la vida te devuelve parte de la felicidad que la propia existencia te ha robado. El alicantino José Jornet Navarro supo muy bien lo que es el sufrimiento y la tortura. Durante varios años estuvo prisionero en el campo nazi de exterminio de Mauthausen, junto con otros cuatro mil republicanos españoles.

Su entereza, la misma que le ayudó a sobrevivir a uno de los peores campos de exterminio de la historia,) fue la misma que le ayudó a disfrutar de una vida plena de orgullo y libertad personal hasta el fin de sus días... ocurrido el sábado, a los 91 años.
Cuentan los que estuvieron en su homenaje en el Ayuntamiento de Alicante, que fiel a su entereza, José Jornet no dejó que se adelantase su homenaje a los puntos del orden del día del Pleno que debía celebrarse. El primer edil, Luis Díaz Alperi, junto con el portavoz del grupo municipal socialista, Blas Bernal, y de Esquerra Unida, Susana Sánchez, se acercaron a José Jornet para hacerle esta propuesta, que rechazó. El alicantino superviviente de la barbarie nacionalsocialista llegó a la mitad del Salón de Plenos para recibir una placa con la siguiente inscripción: 'El Ayuntamiento de Alicante en homenaje a José Jornet Navarro, en el 60° aniversario de la liberación del campo de Mauthausen'.
Con cariñosos saludos del presidente de la Corporación, José Jornet tan sólo pudo susurrar unas 'gracias, gracias, gracias' a los miembros del Pleno. Allí se dijo hacia su persona: 'Esta placa entregada en este salón de plenos es un símbolo de la democracia que José Jornet no pudo disfrutar. Él es la representación viva de los horrores de unas dictaduras que atemorizaron el mundo y que no se tienen que olvidar nunca'.
En julio del año 36 ingresó en el Cuerpo de Carabineros y le enviaron al frente. Primero hizo prácticas en Villena y el día 13 de noviembre del 36 fue enviado a tomar Pinto y Valdemoro. Tenía entonces 19 años. Allí, los moros le dieron una gran paliza. Regresó a Alicante y en el año 37 se casé con una hermana de Miguel Romá (quien después sería director general de la Caja de Ahorros del Sureste, hoy del Mediterráneo). Sin embargo, al poco de casarse fue enviado a proteger las costas de Cataluña. Pasó la frontera y una vez allí, la república hermana francesa los mandó a los campos de concentración San Ciprián.
La II Guerra Mundial los llevó de un lado para otro, como si fuéran mercenarios. Hasta que apareció la Gestapo. Eran 800, todos con sus trajes de cuero. Y ahí empezó lo más cruel que vio y vivió... algo que no le daba a pasar a nadie, ni a su peor enemigo.
Les dieron mantequilla y manzanas, y los metieron en vagones de carga en dirección a Mauthausen. Fueron tres días y tres noches encerrados, sin agua ni comida, haciendo sus necesidades en un rincón del vagón, con vómitos, diarreas y sin saber a dónde íban. Llegaron a la una y media de la madrugada del 13 de diciembre de 1940. Había una nevada espectacular. Conforme descendían de los vagones los molían a palos. En el camino hacia el campo se quedaron tres o cuatro muertos. "Si te parabas a ayudar a algún camarada te pegaban con palos y los fusiles en la cabeza. Te la rompían porque el que caía al suelo ya no se levantaba. Lo remataban allí mismo. "
Nunca quiso olvidar lo de Mauthausen. Todo lo contrario. Hasta su muerte quiso denunciar todos los días lo que allí ocurrió, para que sirviera de escarmiento, de escarnio. "Porque es muy duro que los nazis te digan contínuamente: ¡Os habéis salvado de Franco pero de ésas no os salváis!, señalando las chimeneas de los hornos de gas, de las cámaras, de las salas de exterminio. Y nos decían que entráramos para ducharnos. Fue muy duro ver a un alicantino, por ejemplo, llamado Rafael Bonet, que murió allí. Y ver a tantos valencianos, a tantos paisanos de Castellón, del propio Alicante, entrar en las cámaras y no salir. Aunque más duro era verles morir en los campos de trabajo, helados por el frío y muertos de hambre y de dolor."
José se quedó en los huesos. De ochenta kilos que pesaba pasó a 35 kilos. La muerte por inanición era muy frecuente. No se hacían necesarias las ejecuciones, y aun así las había: te mataban a palos por culpa de cualquier pequeño detalle, te provocaban un colapso en las duchas heladas o ardientes, te colaban un tiro en la nunca, te despeñaban por la cantera. O si no podías trabajar, te inyectaban gasolina en el corazón.
Ninguno de nosotros sabe cómo pudo sobrevivir.
Ni siquiera él mismo.
Pero lo hizo.
Y tuvo el valor hasta el fin de contarlo una y otra vez para que las generaciones posteriores fuéramos testigos de lo que allí ocurrió.
Y con la cabeza muy despejada. Para denunciar tanto horror.
Ilustre personaje fuiste en vida, don José.
E ilustre quedarás para siempre en nuestra web y en nuestros corazones.

 
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