06 mayo 2007

NUESTRA PROVINCIA EN EL RECUERDO: EL TESORO GITANO


ACTUALIZADO
Gracias a Adrián Pellicer y un nieto de aquellos primeros hombres, hemos podido ampliar y modificar la entrada original que escribí hace ya 5 meses sobre el tremendo descubrimiento de "El Tesoro de Villena".
Como podréis comprobar, una parte del artículo está cargado de dulce ironía (sobre todo en la parte dedicada al gitano que encontró el primer brazalete); sin embargo, toda la trama principal (escrita en azul) es un fiel reflejo de cómo lo contó el propio Jose María Soler.
Espero haber concluido con éxito una aventura que empezaron aquellos Pedro y Enrique Domenech, cuando se pusieron a excavar en un lugar que a nadie se le ocurrió.
Como bien me dijo Adrián en un correo, espero que la historia haga honor a esta gente... aunque sea varias décadas después.
Mi más cordial respeto a todos.
Y gracias por ponerme al día.
Aunque las excavaciones del Tesoro de Villena fueron llevadas a cabo por Jose María Soler en 1963... sería injusto que todo el mérito recayera sobre él.
Es más, este importante hallazgo de la Edad de Bronce (se calcula que del año 1000 aC) recayó en una persona muy diferente al ilustre arqueólogo: un gitano llamado Juan Gravas Calatayud.
La historia es la siguiente:
Cuando un joyero de Villena recibió la visita en su tienda de una gitana con un brazalete de oro "especial", los gemólogos comenzaron a sospechar algo. "Es de mi abuela", aseguraba la señora con orgullo. Pero claro, don José María Soler (que era todo menos tonto) prontó se percató que aquella joya carísima era mucho más anciana que la pobre abuela de la gitana.
El engaño duró poco tiempo. Juan Gravas Calatayud, marido de la gitana, tuvo que reconocer ante un juez que la joya había sido encontrada por él en el Valle de Benejama.
El 30 de noviembre de 1963 se llevó a cabo la inspección ocular del valle y se fijó para el día siguiente el comienzo de la exploración que se proponían realizar en la rambla del Panadero. Los informes del gitano Juan Calatayud habían señalado una zona del cauce, situada al pie de unas ruinas medievales existentes a media ladera del monte inmediato, como posible lugar de aparición del brazalete. Pero el Sr. Juez de Instrucción (que también era de todo, menos tonto) pudo observar a unos diez metros aguas abajo de dicha zona, un corte del que había sido extraída gran cantidad de grava y, en los márgenes, algunas ramas frescas de olivo sujetas por piedras que podrían ser indicio de haber querido dejar señalado aquel lugar.
Haciendo caso al Juez, Jose María Soler relata:
"Eran aproximadamente las cinco de la tarde y comenzábamos a disponer el regreso cuando un movimiento de azada de Pedro Domenech, que se había desplazado un tanto hacia el recodo que formaba el cauce en aquel lugar, puso al descubierto los cantos de dos brazaletes. Ambos descansaban sobre el borde de una gran vasija que, por las trazas, se hallaba repleta de objetos similares.
Vano sería negar la profunda impresión que el hallazgo produjo en todos nosotros. Teníamos ante nuestros ojos un tesoro, fabuloso, al parecer, y de incalculable trascendencia para el futuro de los estudios prehistóricos.
La noche estaba encima y no disponíamos de los medios adecuados para levantar con las suficientes garantías de seguridad aquel extraordinario botín arqueológico. Pensar en cubrirlo de nuevo para volver al día siguiente mejor pertrechados era francamente temerario, y no debíamos tampoco levantarlo sin haberlo fotografiado previamente in situ.
Decidimos entonces, como solución de emergencia, enviar a los dos muchachos al encuentro del coche que ya estaría de camino a recogernos, con una nota al abogado y buen amigo Alfonso Arenas, teniente de alcalde del ayuntamiento, en la que solicitábamos un fotógrafo con medios de iluminación.
Mientras, nos dedicamos a aislar la vasija para su posterior exhumación. Pudimos comprobar entonces que había a su alrededor muchas piezas, desbordadas por el tiempo y los elementos.
Jamás olvidaremos -y tampoco la olvidaron Enrique y Pedro Domenech, recientemente fallecidos- aquella emocionada espera en el anochecer del 1 de diciembre, ocultos en el fondo de una rambla perdida en hosco paraje del término villenense y a la luz de unas hogueras que hacían brillar, con destellos intermitentes, el oro de unos objetos que habían permanecido ocultos a las miradas humanas durante miles de años.

Hicimos la excavación soplando, quitando arena y tierra para descubrir la boca del recipiente. Estaba entero y lleno. Yo sentía la responsabilidad, me daba cuenta de que era un momento histórico y que tendría que contarlo. Excavamos hasta el fondo, sin tocarlo, y alrededor había muchas piezas caídas; continuamos excavando y aún encontramos cinco o seis brazaletes más, desprendidos de la vasija, siguiendo el curso de la rambla. Yo ese día no había llevado el flash de la máquina y no podía levantar la vasija sin fotografiarla, de manera que se nos hizo de noche allí y tuvimos que encender antorchas. Es imposible describir aquel momento, con la cacharra repleta de oro, brillando a la luz de las antorchas y la noche alrededor. vano sería negar la profunda impresión que el hallazgo produjo en todos nosotros. No sólo habíamos conseguido documentar 66 piezas fabricadas con diez kilos de oro de 24 quilates, además de un brazalete y un pomo de hierro y tres botellas de plata aparecidas en la población; sino que teníamos ante nuestros ojos un tesoro, fabuloso al parecer y de incalculable trascendencia para el futuro de los estudios prehistóricos."
Desconozco lo que ocurrió con el gitano.
Imagino que se acordó del brazalete toda su vida.
Don José falleció en 1996 tras una dilatada existencia dedicada al estudio y la investigación. La Medalla de Oro de su ciudad, la de la Provincia, su nombramiento como Doctor honoris causa de la Universidad de Alicante, la medalla de Bronce de Bellas Artes, y el Premio Montaigne de la Fundación F.V.S. de Hamburgo en 1.962, son la distinciones más importantes, entre otras de menor entidad, que recibió en la últimas y más fecunda etapa de su vida. Una calle villenense, rotulada con su nombre, recuerda a sus paisanos la impagable deuda que tienen contraída con quien tanto contribuyó a desvelar el pasado de la ciudad, y a resaltar las notable circunstancias de todo orden a ella referidas.

 
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